Me duele esa parte de mí que se llama Doñana

Doñana

 

Creo que es fácil de entender que, para alguien como yo, que siente Andalucía como su patria y el andalucismo como parte de su propia esencia, Doñana esté en su ADN más íntimo.

Andalucía, la nación más bonita del mundo y la que llevo en mis entrañas, tiene el Guadalquivir como su columna vertebral y Doñana como su esencia más sagrada (junto con Sierra Nevada y Cazorla, nuestras tres grandes catedrales de la vida).

Para alguien «guadalquivircéntrico» como yo, lo que estamos sufriendo duele personalmente en el alma, es como si quemaran vivo con ensañamiento a un familiar muy querido. Estoy personalmente muy conmocionado por lo que estamos viviendo. Y sufro un dolor muy real a cada momento.

Doñana no es de este mundo. Es el planeta de la belleza absoluta. Es imposible no enamorarse desde el primer momento en que lo pisas del rincón más extraordinario que pueda existir. Hasta las trancas.

Por eso, los andaluces EXIGIMOS que se depuren responsabilidades hasta las últimas consecuencias, que nos aclaren quién y por qué es el hijo de la gran puta que nos ha intentado asesinar apuñalándonos donde más nos duele, qué gana y quién gana.

Exigimos que se aclare y ya. Y nos comprometemos desde nuestra fe andaluza a que allí jamás habrá tubería o adosado alguno. Por las buenas o por las malas. Se hará TODO lo que se tenga que hacer para evitarlo.

Con Doñana no se juega.