Lectura contemporánea del «William Wilson» de Edgar Allan Poe, «Ana de día» de Andrea Jaurrieta es un viaje psicotrópico y surrealista en torno al mito del doble, con una antológica interpretación de la andaluza Ingrid García-Jonsson

Lectura contemporánea del «William Wilson» de Edgar Allan Poe, «Ana de día» de Andrea Jaurrieta es un viaje psicotrópico y surrealista en torno al mito del doble, con una antológica interpretación de la andaluza Ingrid García-Jonsson

“Ana de día”, la ópera prima de Andrea Jaurrieta es una película difícil de recomendar. Es extraña, surrealista, compleja, con múltiples lecturas posibles, inverosímil, extrema, salvaje, desconcertante… por eso me encanta. A estas alturas de mi vida cinéfila, lo que más valoro son las cintas que te golpean en el estómago y te desconciertan, y prometo que ésta lo hace y mucho, mientras que por otro lado homenajea la estética del cine de los 70, mi década favorita (alguna referencia expresa a “Cabaret” de Bob Fosse me resulta sublime). Todo ello sostenido por la mejor actriz andaluza, con permiso de Natalia de Molina, una siempre estratosférica Ingrid García-Jonsson, que aparece prácticamente en todos los planos de la película y que los hace suyos con la fuerza y la sabiduría que la actriz sevillana derrocha.

Contar su argumento es harto complejo, puesto que escapa a todas las reglas preconcebidas de la lógica y carece totalmente de la misma. Como si de una moderna “William Wilson” de Edgar Allan Poe se tratase, Ana descubre que una mujer idénticamente igual a ella ha ocupado su casa, su trabajo, su familia y su vida y que nadie se ha dado cuenta de ello. Por eso decide hacer lo más ilógico, irse al otro extremo de la gran ciudad y desaparecer, crearse una nueva identidad como Nina.

Siendo Nina, se ubica en una pensión de mala muerte y comienza a trabajar como bailarina en un night-club de dudosa reputación. Comienza la vida más alejada posible a la que tenía hasta ese momento, una entregada estudiante de Derecho preparando su doctorado, de vida modélica y ejemplar, con uno novio con el que iba a casarse y unas amigas de buena familia. Ahora, surge una vida marginal entre seres marginales. Ana se ha convertido en Nina. A partir de ahí, surge el drama surrealista.

El psicotrópico guión de esta pequeña “rara avis” con encanto por resultar incomprensible está firmado por la propia Andrea Jaurrieta, que logra complicarlo más y más hasta que logra perder al espectador,  cuestión que a veces no se soporta pero que en este caso concreto me fascina por el cómo lo logra.

La música de Aurélio Edler-Copes resulta igualmente circular y desorientadora, mientras que la dirección de fotografía de Juli Carné Martorell es llamativamente espléndida y sinuosa, justo lo que pedía la extrañísima historia que acompaña.

Desde Dinamarca llega «Así es mi vida», una serie que es una desgarradora tragedia romántica que logra calar en el corazón del espectador gracias a la interpretación de Kristine Kujath Thorp

Desde Dinamarca llega «Así es mi vida», una serie que es una desgarradora tragedia romántica que logra calar en el corazón del espectador gracias a la interpretación de Kristine Kujath Thorp

Mads Mengel firma una serie danesa extraordinaria, “Así es mi vida”, un drama romántico que no empalaga y que sabe navegar todas las aguas turbulentas del género sin naufragar nunca. Una pequeña joya que te acaba tocando el corazón en una miniserie de 7 episodios de 22 minutos cada uno de ellos y que va descaradamente de menos a más. Le cuesta arrancar a emocionar al espectador pero, cuando todo se descubre, coge velocidad de crucero y acaba calando.

Es la historia de un joven danés bastante apático y un tanto insoportable llamado Vitus al que le ocurren tres cosas fatalmente simultáneas: su novia Sara decide dejarlo, a la vez que le confiesa que está embarazada y que quiere tener a su hijo y, por otro lado, conoce en una fiesta a Emma, una chica que cada vez resulta ser más especial hasta lograr convertir en imposible no enamorarse de ella. El problema radica en que Vitus no puede ser sincero con Emma y contarle de primeras que va a ser padre con otra joven, por lo que calla su secreto y deja que la nueva relación se vaya desarrollando. Pero Vitus no es el único que tiene secretos, porque Emma también se reserva algunos importantes. El drama romántico está servido y estamos ante un plato de calidad en la adaptación de la novela “Algo sobre Vitus” de Sigurd Hartkorn Plaetner.

Pero si todo el andamiaje de esta pequeña joya se sostiene es gracias a las soberbias interpretaciones de su pareja protagonista, un inexplicable Vitus interpretado por Mads Reuther y, sobre todo, el personaje de Emma, que levita y hace levitar a través de la impactante interpretación magnética de Kristine Kujath Thorp, absolutamente espléndida cuando toca sonreír o cuando toca llorar, enamorando a la cámara con su mirada.

Y atención a la dirección de fotografía de David Bauer, que sabe sacar todo el partido estético posible a los bellísimos paisajes daneses y noruegos que se convierten en un protagonista más de la serie.

El siempre brillante Kike Maíllo nos deja un excelente thriller psicológico en «Cosmética del enemigo», un retorcido viaje al pasado narrado por Tomasz Kot y Athena Strates

El siempre brillante Kike Maíllo nos deja un excelente thriller psicológico en «Cosmética del enemigo», un retorcido viaje al pasado narrado por Tomasz Kot y Athena Strates

“Cosmética del enemigo” es un magistral thriller psicológico de Kike Maíllo, un experto en el cine de género de calidad casi a la altura del mismísimo Alejandro Amenábar, al menos en el caso de “Eva”, en la que dotó de un nuevo sentido al cine de ciencia-ficción. Ahora, la sabia vuelta de tuerca la aplica al thriller psicológico, con unos resultados extraordinarios y un final sorprendente.

El propio Kike Maíllo crea un guión que adapta la novela homónima de Amélie Nothomb sobre el encuentro de dos seres enormemente peculiares que pierden ambos el mismo avión: un arquitecto polaco de fama mundial y costumbres cuadriculadas interpretado fantásticamente por Tomasz Kot (el protagonista de “Cold War”) y una joven extraña, narcisista, maleducada y bastante siniestra, encarnada magistralmente por una fantástica Athena Strates, que se convierte en el centro de la trama y del flechazo de la cámara.

Ella, al menos 20 años más joven que él, provoca que el arquitecto pierda su avión y lo acosa. Él, por educación, no se la quita de encima y ella promete contarle tres historias: una desagradable, otra de terror y una historia de amor, las tres vividas por ella en su corta pero intensa existencia de joven de barrio marginal holandés afincada en París. Como si de una “Carlota Fainberg” de Antonio Muñoz Molina, el aeropuerto es un lugar para que dos desconocidos se cuenten viejas historias.

Resulta imprescindible verla en VOS para captar los matices del cambio de idioma del francés al inglés, importante para, por sus tonos, comenzar a entender mejor a los personajes protagonistas y su nivel educativo. Por cierto, como actriz secundaria aparece una siempre etérea Marta Nieto, que en los pocos minutos que aparece ante la cámara, deja como siempre una estela de profesionalidad insuperable.

Más que interesantes tanto la partitura original de Alex Baranowski como la impresionante dirección de fotografía de Rita Noriega. Quizás el mayor acierto de la cinta es que buena parte de los hechos que ocurren son relatados y no vistos, lo cual va creando una sensación de tensión en el espectador siempre “in crescendo” hasta su final apocalíptico.

La finlandesa «Girl picture» de Alli Haapasalo es una demasiado epidérmica visión de los problemas de tres chicas adolescentes que arrastran conflictos emocionales, pero lastrada por su previsibilidad

La finlandesa «Girl picture» de Alli Haapasalo es una demasiado epidérmica visión de los problemas de tres chicas adolescentes que arrastran conflictos emocionales, pero lastrada por su previsibilidad

Es una pena que una cinta que prometía tanto a priori como “Girl picture”, ganadora del Premio del Público en el Festival de Sundance, se vaya dejando ir por el camino de lo convencional y, lo que es aún peor, de lo previsible. Porque una de las sensaciones de la temporada, la película de la cineasta finlandesa Alli Haapasalo, podía haber sido una profunda y reflexionada visión del amor en los tiempos de la adolescencia, cuando las hormonas y con ellas las ideas están revolucionadas, en sus tres chicas protagonistas y en todos los demás.

Precisamente eso es lo que salva la película de la quema, el trío de jóvenes actrices protagonistas, ciertamente soberbias: Aamu Milonoff, Eleonoora Kauhanen y, sobre todo y por encima de las anteriores, la fantástica Linnea Leino, fantástica tanto en su mirada a cámara como en los gestos patinando, una auténtica gozada disfrutar de su interpretación.

Por lo demás, estamos en presencia de un film sobre dos chicas adolescentes que son compañeras en un establecimiento hostelero de batidos y que están sumergidas en problemas que para ellas son un pozo insondable. Mimmi trata de ser visible ante su madre que, con un nuevo marido y un hijo fruto del mismo, no le presta la más mínima atención, algo que ha llegado a hacer cambiar su carácter; la otra compañera, Rönkkö, ha entrado en una espiral de terror en su relación con los hombres, puesto que no es capaz de sentir placer sexual con ellos. Mimmi, de la forma más imprevista del mundo, conoce a una chica que es patinadora, Emma, que va a poner su mundo patas arriba y va a expandir sus sensaciones pero también sus miedos.

Se tratan temas interesantes y absolutamente contemporáneos para la juventud a lo largo de su ajustado metraje, pero con cierta carencia de profundización en los mismos. Todo ocurre de forma excesivamente epidérmica y no llega a dejar huella en el espectador.

De interés, eso sí, la estructura de su guión (más que el contenido), dividido en tres viernes consecutivos en los que se desarrolla la historia que se cuenta, imagino que lo que motivó, junto con la interpretación del trío de actrices, que ganase el Premio del Público en el Festival de Sundance.

Entrañable y amena pero no excelente, «Nosotros» es una serie tragicómica de Geoffrey Sax para la BBC sobre el viaje vacacional de una familia por media Europa para intentar salvar su relación entre ellos

Entrañable y amena pero no excelente, «Nosotros» es una serie tragicómica de Geoffrey Sax para la BBC sobre el viaje vacacional de una familia por media Europa para intentar salvar su relación entre ellos

Seguramente, el mayor acierto de “Nosotros” sea el buen equilibrio entre drama y comedia, donde predomina el tono cómico en cualquier situación. Y en eso, la serie de Geoffrey Sax para la BBC es modélica, aunque caiga en muchos casos en hipérboles innecesarias y situaciones forzadas que resten credibilidad al producto, quizás por una cierta tendencia a caricaturizar en exceso a su protagonista.

Sus intenciones, no obstante, son honestas: contar la historia del tour ferroviario europeo de una familia inglesa de tres miembros para intentar salvar los restos de varios naufragios, el de la relación entre el matrimonio protagonista y la comunicación entre padre e hijo, ambas al borde de la extinción. Y quizás verse los tres solos recorriendo Europa no fuera la situación más inteligente para restañar heridas.

Soportado el producto sobre los hombros de su espléndida pareja protagonista, Tom Hollander y Saskia Reeves, las peripecias, malos entendidos, dificultades de comunicación, heridas del pasado difíciles de cicatrizar y situaciones absurdas a las que suelen llegar por la mente científicamente cuadriculada y un TOC de libro del padre de familia, entre sonrisas y lágrimas, se irá complicando por momentos. Quizás en exceso en su último episodio, donde los giros argumentales y falsos finales se suceden en demasía.

La serie está basada en “Us”, el bestseller de David Nicholls, que él mismo adapta como guionista, lo cual garantizar fidelidad con el original.

Stephen Karam da menos de lo que promete en la adaptación cinematográfica de su propia obra teatral «The humans», film que navega entre el drama psicológico, familiar y el terror sin un rumbo demasiado determinado

Stephen Karam da menos de lo que promete en la adaptación cinematográfica de su propia obra teatral «The humans», film que navega entre el drama psicológico, familiar y el terror sin un rumbo demasiado determinado

Stephen Karam da mucho menos de lo que promete en la adaptación al cine que él mismo ha escrito y dirigido respecto de la obra de teatro con la que alcanzó el Premio Tony. “The humans” es interesante, pero no tanto. Lee la triste condición humana, pero no con profundidad. Navega excesivamente entre un tono cómico y dramático que nunca acaba de decantarse hacia una posición concreta. Quizás sus personajes no son tan profundos como parecen a simple vista y el drama que subyace durante toda la trama es algo anodino. Quiere mezclar tantos géneros (incluso el terror) entre el drama psicológico y familiar que finalmente no acaba de adoptar uno concreto. O simplemente es que se le ve en demasía el entramado teatral por las costuras. La conclusión es que funciona, “ma non troppo”. No es una mala película, pero termina siendo mucho menos de lo que pareciere a simple vista.

Se nos relata en la misma la celebración del Día de Acción de Gracias por parte de la familia Blake en el un tanto deprimente y ruinoso piso en New York (quizás el personaje más interesante de la cinta) que acaban de alquilar la hija mayor y su novio de ascendencia china en el corazón de Chinatown. Ellos, irlandeses católicos, ya llegan un tanto desnortados a aquel lugar extraño y totalmente degradado. El padre (impresionante como siempre Richard Jenkins, el eterno Nathaniel Fisher de Six Feet Under) arrastra problemas económicos; la madre está cansada de una vida de miserias y de tener que cuidar a su suegra, terriblemente perdida para la causa de la razón a causa de una demencia senil que la tiene postrada en una silla de ruedas; la hija menor tiene problemas de salud e intenta encajar que su novia la haya dejado.

Todos se reúnen alrededor de la mesa y se van destapando poco a poco los rincones ocultos que las familias pretenden esconder sin conseguirlo, porque quizás la familia sea una de las instituciones más peligrosas que existen, un foso con cocodrilos dispuestos a abrir sus fauces en cualquier momento. Por eso resulta interesante el film, pero menos que otros muchos bastante más incisivos en el análisis del fenómeno familiar.

Con uno de los mejores usos de la elipsis de la historia del cine, «Closer» de Mike Nichols es un lúcido retrato misántropo de la superficialidad de las relaciones contemporáneas y de la egolatría que las devora

Con uno de los mejores usos de la elipsis de la historia del cine, «Closer» de Mike Nichols es un lúcido retrato misántropo de la superficialidad de las relaciones contemporáneas y de la egolatría que las devora

Qué absoluta maravilla y qué privilegio cinéfilo es poder celebrar la mayoría de edad de “Closer” de Mike Nichols revisionándola, ese artesano de Hollywood tan infravalorado y con el que se han cometido tantas injusticias cuando derrocha una filmografía apabullante. “Closer” sigue siendo la misma perla envenenada perfecta, el mejor tratado sobre la superficialidad de las relaciones sentimentales contemporáneas, la egolatría, el uso desmedido del yo por encima de todo, el querer poseer y no amar, el no salir del propio ombligo, el desamor, la infidelidad, el sexo y las traiciones que se haya podido rodar, el mismo enfoque que los planteamientos sobre las relaciones de pareja que propone el cine de Woody Allen, una punzada dada directamente en el corazón y de carácter mortal, una lección magistral de lo difícil y amarga que es la vida, el mejor antídoto contra las comedias románticas con las que tanto gusta Hollywood castigarnos.

Y es que nada podía salir mal: conjuntar a Natalie Portman, Julia Roberts, Jude Law y Clive Owen (este último gana de calle y se convierte en la gran estrella de la función, merendándose al resto), entregarles un guión ácido e hiriente sobre las relaciones humanas de Patrick Marber adaptando su propia obra teatral (quizás la única pega del film, que deja notar en demasía su origen teatral), y dejar la dirección de todo ello a uno de los mejores artesanos (en su mejor sentido) del cine, Mike Nichols. Nada podía salir mal y la obra maestra estaba asegurada. Y así es y será.

Cuatro personajes. Dos mujeres y dos hombres. Cuyas relaciones personales y sexuales se van entrelazando y entrecruzando en un póker de infidelidades, traiciones, venganzas y destrozos que te parte el alma y te deja sin respiración en algunos momentos de su levísimo metraje por algunos diálogos hirientes y cortantes como pocos (ojalá fuese mucho más larga, porque te deja con ganas de más y más).

Una orgía de pasión, deseo, turbulencias, desilusiones, desperfectos irreparables… el asco que supone la vida misma. Una obra nihilista sobre el amor y las relaciones de pareja de una profundidad abismal y una tragedia insondable, de un carácter misántropo imprescindible. Y todo ello a través de una catarata de diálogos tan inteligentes como mordaces, sin piedad de los personajes ni del ser humano. Pura inteligencia.

Y un uso portentoso de la elipsis. Pocas películas se pueden permitir saltos temporales hacia adelante en la narración con la credibilidad y el empaque de “Closer”, propios de lo que es, una película inconmensurable. Una película sin piedad, sin remisión, sin salida, negra y oscura como lo es nuestra existencia. Con escenas de una brutalidad psicológica despiadada, especialmente la discusión definitiva entre Julia Roberts y Clive Owen, de una violencia verbal insufrible para el espectador.

Y todo ello rematado por dos guindas en el pastel absolutamente maravillosas: una interpretación de Clive Owen antológica; y una canción (como “leit motiv” de la película, que aparece en determinadas escenas fundamentales) de Damien Rice titulada “The Blower´s Daughter”.

Heredero de Visconti y Antonioni en «Yo soy el amor», Luca Guadagnino impregna con su llamativo sello personal un melodrama familiar en el seno de la alta burguesía milanesa

Heredero de Visconti y Antonioni en «Yo soy el amor», Luca Guadagnino impregna con su llamativo sello personal un melodrama familiar en el seno de la alta burguesía milanesa

Luca Guadagnino se ha convertido a estas alturas más en un género cinematográfico en sí mismo y no sólo en un gran cineasta italiano, como ocurre con Paolo Sorrentino. Las señas de identidad de Guadagnino se multiplican por su excelsa filmografía y se perpetúan como constantes: la exquisitez formal, el estilismo, la sensualidad, la pasión, el verano y calor, el sexo, las retorcidas relaciones familiares, un cierto cinismo misántropo a la hora de retratar la naturaleza humana… Todo ello ha sabido plasmarlo en grande obras maestras como “Call me by your name”o “Cegados por el sol” o incluso en la más inferior pero igualmente interesante “Melissa P.” con una prodigiosa María Valverde.

“Yo soy el amor” es un enorme melodrama que se sufre como se ve de forma gozosa. Casi como lejana y distante precuela de “Succession”, nos zambulle de cabeza en los entresijos personales y de negocios de una rica familiar perteneciente a la alta burguesía milanesa. Se dedican al textil y han creado, a través de una empresa familiar fundada por el abuelo, toda una máquina de generar dinero sin límites. El hijo del patriarca lleva la compañía con mano férrea y está casado con Emma, una bella mujer de ascendencia rusa (impresionante como siempre Tilda Swinton, una de las mejores actrices del planeta). Tienen tres hijos: Edoardo (primogénito y llamado a heredar el trono de tal imperio) que se va a casar con una bella chica de clase inferior y que fructifica una amistad imperecedera con Antonio, un joven cocinero de brillante futuro pero parco presente; Elisabetta, una joven desorientada ante su situación sentimental y sexual y que quiere ser artista; y Gianluca, el pequeño, apartado del entramado empresarial.

Emma y Antonio, a pesar de su diferencia de edad, traban una amistad paralela a la que el cocinero tiene con su hijo Edoardo, porque ambos han llegado a ese mundo de la alta burguesía lombarda sin pertenecer a esa clase social, desde abajo. A partir de ahí, la trama se va a complicar terriblemente.

Tilda Swinton, la inmensa actriz que brilla por encima de la mayoría en el panorama interpretativo internacional, borda aquí un personaje cálido y oscuro a la vez, tierno y despiadado, compasivo y duro. Un recital ante la cámara que capta todo el interés del espectador porque, en esta cinta de vocación coral, Tilda Swinton se eleva años luz por encima del resto del reparto. Como no podría ser de otra manera, dicho sea de paso.

La exquisitez también preside el acompañamiento musical de la cinta gracias al trabajo de John Adams y la dirección de fotografía de Yorick Le Saux, como es marca de la casa del cine de Luca Guadagnino, donde la estética es tan importante como el guión. Y ojo a sus escenas de sexo, de las más bellas que se hayan rodado en los últimos años.

Un film que tiene un expreso y confeso aire a Visconti y Antonioni pero debidamente modernizados con un gusto y un criterio exquisitos.

La ópera prima de Paula Ortiz, «De tu ventana a la mía», presagiaba estéticamente «La novia». Portentosa historia de 3 mujeres en 3 épocas distintas que pasan por similares tragedias

La ópera prima de Paula Ortiz, «De tu ventana a la mía», presagiaba estéticamente «La novia». Portentosa historia de 3 mujeres en 3 épocas distintas que pasan por similares tragedias

Paula Ortiz es la más brillante esteticista de nuestro cine. La autora de “La novia” previamente nos dejó boquiabiertos con “De tu ventana a la mía”. Siguiendo la senda de “Las horas” de Stephen Daldry, nos cuenta simultáneamente el drama de tres mujeres aragonesas en tres épocas diferentes a las que les van sucediendo cosas similares. Pero la comparación con Daldry no es la única que acudió a mi mente de forma automática. Su inicio, cierto puzle de imágenes bellísimas que sólo cobra sentido al final del visionado de la cinta, recuerda al prólogo de “Melancolía” de Lars Von Trier.

Un catálogo de imágenes deslumbrantes y excelsas para contar la historia de tres mujeres, de tres franjas de edad diferentes y viviendo en momentos históricos distintos, pero con muchas cosas en común entre ellas:

1.La primera de ellas, Violeta, la joven, vive en los años 20 en Canfranc, interpretada magistralmente por Leticia Dolera (quizás la mejor interpretación de todas ellas), una chica que no ha conocido el amor y que vive aislada del mundo estudiando botánica con su abuelo, catedrático ya retirado. Pero, lo pretenda evitar el abuelo o no, acabará conociendo el amor y todo el artefacto vital se vendrá abajo.

2. La segunda, Inés, adulta, soberbia como siempre Maribel Verdú, intenta sobrevivir en la Aragón rural profunda en 1941, en plena posguerra. Lo hace cultivando la tierra porque su pareja está huido dado que es perseguido por rojo. En uno de esos encuentros a escondidas, escasos pero intensos, le plantea que quiere casarse con él. A partir de ese momento, todo se complica.

3. La tercera, Luisa, mayor, vive en 1975 en Zaragoza, interpretada por la siempre solvente Luisa Gavasa. Ha vivido toda su vida con su hermana costurera, porque ninguna de las dos han tenido pareja nunca. Ahora, cuando se le detecta un cáncer de mama, piensa que es el momento de salir del cascarón.

Las tres historias son apasionantes, las tres evolucionan de manera correcta, las tres enganchan, pero sin duda lo más llamativo de este peliculón es el aspecto estético, en el que Paula Ortiz impulsa lo visual hasta límites previamente desconocidos. Y lo más notorio es que cada una de ellas tiene una textura visual diferente, propia y diferenciada. A veces pareciere querer respirar el mismo aire que Terrence Malick, ni más ni menos.

Pero lo realmente impresionante es pensar que estamos ante su ópera prima y que ya era propietaria de todos los resortes que después desarrollaría en la perfecta “La novia”. Dicho sea de paso, impresionante partitura original para la película de Avshalom Caspi.

«La infamia», miniserie de la BBC dirigida por Philippa Lowthorpe, es valiente a la hora de apuntar contra todas las direcciones del heteropatriarcado y la incapacidad policial y judicial ante los abusos sexuales a menores

«La infamia», miniserie de la BBC dirigida por Philippa Lowthorpe, es valiente a la hora de apuntar contra todas las direcciones del heteropatriarcado y la incapacidad policial y judicial ante los abusos sexuales a menores

Como todo producto de la BBC, “La infamia” es una miniserie interesante y con empaque (dicho sea de paso, incomprensible forma de titular en castellano una miniserie que se titula originalmente “Three girls”). Llegué a ella siguiendo con obsesivo interés la pista a Molly Windsor que, a sus 25 años, está llamada a ser la gran actriz inglesa del futuro.  Para quien piense que exagero, a su inmensísima interpretación en la película “Make up” de Claire Oakley me remito.

Pero “La infamia” es mucho más que Molly Windsor, aunque sin duda ella es la protagonista absoluta de todo el asunto. Estamos ante una serie valiente, que afronta sin dar la espalda a ninguna de sus implicaciones todos los hechos reales acaecidos en torno a una red de pakistaníes establecidos en Inglaterra que captan a través de alcohol y comida a chicas de familias desestructuradas y marginales para tráfico sexual, casi todas menores de edad.

La serie se divide en 3 episodios de forma muy inteligente porque, sin plantearlo abiertamente, cada uno de ellos acoge un momento diferente de la trama: en el episodio 1, vemos todo el proceso de captación de las menores; en el 2, la incapacidad e indiferencia de la policía ante la comisión de flagrantes delitos, de manera heteropatriarcal, vergonzosa e inexplicable; en el episodio 3 y último, la torpeza del procedimiento judicial y el calvario que supone para las víctimas tener que revivir todo el horror padecido dos años después sin los recursos autodefensivos de los adultos, así como la manipulación política del fascismo inglés al tratarse de una banda de pakistaníes para dar rienda suelta a su odio visceral y a su racismo irracional.

Todo contado con sutileza pero con la dosis de crudeza suficiente para hacerlo creíble y para que importe al espectador. Dirige Philippa Lowthorpe de forma exquisita, destacando la importancia que le da para la expresividad de los actores a las manos en general y a las manos en los abrazos en particular.

Y lo más valioso de todo es que apunta contra todo y contra todos, poniendo el dedo en todo tipo de llagas. Un producto de calidad y honesto.