Las personas somos el peor ser vivo que haya existido sobre la faz de la Tierra. La guerra es el peor producto que jamás haya parido el ser humano, la locura más estúpida, el terror más absoluto. Muchas obras maestras han sido paradigmáticos gritos desgarradores antibélicos que han forjado y siguen forjando conciencias contra todas las guerras. Sin la menor duda, “Sin novedad en el frente” del cineasta alemán Edward Berger, es uno de los mejores remakes que se hayan rodado nunca, en este caso de la obra maestra homónima de Lewis Milestone de 1930, resultando incluso a una altura superior al original, ambas basadas en la novela de Erich Maria Remarque. Cosa extraña, un remake imprescindible y necesario en los tiempos que corren.
Estamos ante un paseo crudo, durísimo, realista, hipnótico y magistralmente eterno por la locura absoluta que supone cualquier guerra, en este caso, la I Guerra Mundial. Hundiendo sus raíces en lo mejor del género como podría ser “La chaqueta metálica” o “Senderos de gloria” del dios Stanley Kubrick, “Apocalypse Now“ de Francis Ford Coppola, “Platoon” o “Nacido el 4 de Julio” de Oliver Stone, “La delgada línea roja” de Terrence Malick, “Paradise Now” de Hany Abu-Assad, “Salvar al soldado Ryan” de Steven Spielberg o “Johnny cogió su fusil” de Dalton Trumbo. Prometo por mi conciencia y honor que “Sin novedad en el frente” no juega en una liga menor frente a estos templos del cine.
Durante 147 minutos livianos a pesar del horror absoluto que reflejan, el alemán Edward Berger sabe sacar partido con muchísima inteligencia a la perturbadora música original de Volker Beterlmann y, sobre todo y por encima de todo, estrella rutilante de la función, de la histórica y excelsa dirección de fotografía de James Friend, que hace de tan terrorífico relato un espectáculo visual épico para el cinéfilo más exigente, siempre con enorme inteligencia y más sensibilidad, sin adulterar en ningún momento las sensaciones del espectador y al servicio de tan tremendo relato fílmico.
Su terrible violencia ante la cámara, a ratos brutalmente impactante, jamás es gratuita, sino todo lo contrario, homenaje sentido y necesario a una generación de jóvenes que fueron enviados a asesinarse los unos a los otros, incluso cuando la guerra ya estaba decidida, para mayor gloria de unos generales sin corazón, alma ni la más mínima moral.
La ambientación y el vestuario, dicho sea de paso, es una lección magistral de cómo tomarse el cine muy en serio como libro de historia imprescindible del que “Sin novedad en el frente” es un capítulo imprescindible.