«Hable con ella» no es sólo la mejor película de Pedro Almodóvar, sino uno de los grandes hitos del siglo XXI y una fiesta de la cultura por todos los artistas que participan en la misma

Estamos ante mi película favorita de uno de mis cineastas favoritos de todos los tiempos, Pedro Almodóvar. Estamos ante la sublimación absoluta y cerrada de todas las convenciones caligráficas de su cine, uno de los más personales y perfectos formal y temáticamente del mundo. Estamos, más allá de la propia historia, ante una fiesta de la cultura por todos los artistas que se van asomando, con más o menos notoriedad o como mero cameo, ante una de las películas más redondas del siglo XXI.

Ante una cámara manejada con el oficio de uno de los más personales y reconocibles creadores del planeta, el film respira lo almodovariano de principio a fin, tanto en sus momentos melodramáticos, como en los cómicos, que también los hay y en su justa y perfecta medida, sin abusar de ellos. Pero más allá del festival para los sentidos que siempre es el cine de Almodóvar, por su exacto metraje de 112 minutos desfilan lo mejor de la cultura mundial: desde Pina Bausch (con cuya desesperada danza apertura el film) hasta Caetano Veloso interpretando de manera mágica “Cucurrucucú paloma” en presencia de Cecilia Roth y Marisa Paredes, pasando por la danza de Malou Airaudo para cerrar la historia.

Entre medias, y sintiéndose pletórico y rey del mundo cinematográfico como Almodóvar es, el manchego se permite introducir en mitad de la película un corto mudo y en blanco y negro titulado “El amante menguante”, gozosamente provocador y valientemente esperpéntico, interpretados por unos fantásticos Paz Vega y Fele Martínez. Pura gozada dentro de una de las mejores películas de la historia jugando con los tiempos narrativos, donde pasado y presente se van entremezclando sabiamente para ir conformando una historia irrepetible por mágica.

Pero, para poder alcanzar la perfección fílmica ante la que nos encontramos y convertirla en un templo del cine, Almodóvar cuenta, más allá de su personal caligrafía visual y su guión apabullante, con dos poderosos aliados, afortunadamente ineludibles en su cine: la portentosa dirección de fotografía de Javier Aguirresarobe y la mágica partitura musical del genial Alberto Iglesias. Ambos se superan a sí mismos en “Hable con ella” e impulsan hasta el mismísimo cielo sus límites artísticos en esta obra maestra.

Lógicamente, para que la máquina funcione a este nivel de perfección, tiene que estar engrasada con unas interpretaciones a la altura de las circunstancias y también en eso la película está sobrada: en la primera película en la que Almodóvar se centra en personajes masculinos por encima de los femeninos, el derroche profesional de Javier Cámara y Darío Grandinetti es de los que quedan escritos en los anales del cine. Notables por su dificultad y sus inmensos resultados las aportaciones de Leonor Watling y Rosario Flores, así como el imán inacabable que siempre supone la presencia en cualquier cinta de mi idolatrada Geraldine Chaplin. A todos ellos les acompaña un rosario de cameos inabarcable que subraya mi sensación de que estamos ante una fiesta de la cultura.

Semejante historia merecía ganar el Oscar al Guión Original y así ocurrió en la edición de 2002, como también el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera, Premio Bafta, Premio César, cinco Premios del Cine Europeo… todo es poco para reconocer a una de las grandes obras de arte de nuestro tiempo.

Una historia que bascula entre los despiertos y los dormidos, entre los que sufren una vida supuestamente normal y los que están en coma, entre el amor y el desamor, entre la pasión y la lujuria, entre lo retorcido y lo sincero, entre la homosexualidad y la heterosexualidad, entre los prejuicios y la necesidad de romper barreras… Todo, está todo, porque “Hable con ella” es sencillamente perfecta.

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