Riguroso y prolijo trabajo de periodismo literario y un acercamiento exacto al origen del conflicto entre Palestina e Israel, «Oh, Jerusalén» es también una carta de amor a la ciudad más compleja del mundo por parte de Dominique Lapierre y Larry Collins

Riguroso y prolijo trabajo de periodismo literario y un acercamiento exacto al origen del conflicto entre Palestina e Israel, «Oh, Jerusalén» es también una carta de amor a la ciudad más compleja del mundo por parte de Dominique Lapierre y Larry Collins

Prolijo hasta la extenuación, preciso y profundo hasta decir basta, documentado como ningún otro, determinado y conciso cuando es menester, riguroso siempre, “Oh, Jerusalén” es paradigma de la literatura periodística y, sin duda, el magistral resultado de un trabajo ímprobo de Dominique Lapierre y Larry Collins para mostrar los orígenes del terrible conflicto entre la preexistente Palestina y un estado creado en su seno con tendencia expansiva que se acabó llamando Israel.

Resulta impensable posicionarse en dicho debate sin la lectura de esta obra magna y exacta. Estamos ante un trabajo a medio camino entre la novela y el género periodístico que no duda en señalar culpables cuando es menester y que, lejos de posiciones maniqueas, y a pesar de lo que ya sabemos sobre todo ello a estas alturas de nuestras vidas, sin duda hunde sus raíces explicativas, sobre todo y como siempre, en la deplorable actividad de las colonias europeas en estos territorios, en este caso concreto, una Inglaterra temeraria, irresponsable y apática que lo incendió todo justo antes de marcharse. Obviamente, la otra parte de la culpa recae en unas Naciones Unidas que tuvieron dos ideas terroríficamente destructivas e inoportunas: el reparto territorial que dio lugar a la creación de un estado dentro de otro y, otro fallo no menor, la internacionalización de la ciudad de Jerusalén. Con semejantes mimbres, el cesto tan sólo podía arder. Aún lo sigue haciendo, al menos mientras queden palestinos vivos, lo cual no sabemos cuánto recorrido tendrá.

También estamos ante una carta de amor a la ciudad más querida, sagrada y conflictiva del planeta, Jerusalén, donde la historia habita más que en ninguna otra y la sangre más repartida está por cada una de sus esquinas.  Riguroso y documentado como ninguno, “Oh, Jerusalén” es la pieza literaria necesaria para acercarse al origen del conflicto.