«Laurence Anyways» o la constatación de que Xavier Dolan noes Haynes, Almodóvar ni Tarantino aunque él así lo crea

Laurence Anyways
Todavía estoy paladeando desde ayer esa maravilla que te marca para siempre titulada «Lou», de la australiana Belinda Chayko. Lo tenía difícil hoy quien viniese detrás. Por eso elegí otra cinta del «enfant terrible» canadiense Xavier Dolan.
 
Para mostrar al mundo una película de 168 minutos pretendiendo convertirla en una obra de referencia instantánea hay que ser un genio. Y Xavier Dolan es un buen director (digamos que una mezcla agitada en coctelera del melodrama de Todd Haynes, la estética de Almodóvar y el uso de la música como elemento narrativo de Tarantino), pero, por desgracia para él, no está a la altura de ninguno de los tres.
 
Y si pretendes ser sin serlo, el resultado puede resultar pretencioso, vacuo, esteticista por defecto y pesado si lo prolongas durante casi 3 horas. La historia de una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre durante tres décadas daba para mucho más por intensa y dramática. Pero se queda en algo más que mero artificio largo en la mano del sobrevalorado y afectado de complejo de superioridad Xavier Dolan.
 
Su cine es bueno, no cabe la menor duda, pero no tan bueno como él mismo piensa de sí mismo, y ahí radica su principal defecto, junto con su insistente hasta la saciedad recurrencia al videclip que interrumpe el ritmo de la narración a cada momento y que no se justifica argumentalmente en ninguna pieza de su filmografía.
 
El protagonista pasa por el trance de tener que enfrentarse a él mismo, a su novia, a sus padres, a sus compañeros de trabajo… y decir que, desde este momento, ya no es hombre sino mujer porque siempre lo sintió así por dentro y llegó el momento de exteriorizarlo definitivamente.
 
La encrucijada merecía estar más pendiente del devenir del protagonista que de la estética que lo rodea y ahí es donde Dolan no da la talla que él cree que es capaz de dar, y donde la peli pierde fuerza, en una historia de un amor imposible intentado y prolongado durante tres décadas, que es, sin duda, la esencia y lo mejor del film.