«Lo bueno de llorar» de Matías Bize, un vacío insufrible (y extrañamente silente) de principio a fin

Lo bueno de llorarEn “Lo bueno de llorar”, Matías Bize se ahoga en el paroxismo de su propio estilo (aunque paradójicamente en la cinta donde reniega de sus señas de identidad más vitales) creando una película en la que no se cuenta nada, de cualquier manera desganada, y a base de travellings absurdos e inapropiados.
 
Un paseo nocturno de una pareja que está rompiendo por Barcelona. Nada más. No aporta nada más. No cuenta nada más. No dice nada más.
 
Donde el cine de Matías Bize se crece en sus diálogos, aquí el silencio es el protagonista de buena parte de su metraje. Ya es duro en una peli del chileno tener que esperar 12 minutos para escuchar las primeras palabras salidas de la boca de un personaje que pasa por la calle, cuando el poderío de su cine estriba siempre en lo que se dice, en la profundidad de sus diálogos. Creo que ese dato explica demasiado bien el fracaso de la cinta.
 
Los personajes no son creíbles. La historia no tiene enjundia. Los actores están desganados. Bize ni siquiera brilla con sus primeros planos habituales, porque se pierde en travellings deshojados de todo contexto…
 
Apenas 70 minutos de metraje se hacen largos, muy largos, cuando no hay nada que contar. Y eso es “Lo bueno de llorar”, un vacío insufrible (y extrañamente silente para un cine, como el de Bize, cargado de buenos diálogos) de principio a fin.