Lucía Puenzo, una de las directoras más interesantes de la actualidad, firma con «El médico alemán (Wakolda)» una obra maestra ambigua e incómoda y nos descubre a una diosa llamada Florencia Bado

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Lucía Puenzo es una de las directoras más valientes, arriesgadas, incómodas y fascinantes que trabajan ahora mismo en el planeta (a las pruebas de “XXY” o “El niño pez” me remito). Toda película que venga firmada por ella debe captar nuestra atención e interés en verla de inmediato. “El médico alemán (Wakolda)” es una película tan perfecta como arriesgada, tan interesante como funambulista, tan bella como aterradora, tan valiente como extraordinaria.

Sólo Lucía Puenzo es capaz de narrarnos de una forma ambigua y fascinante la relación muy especial entre un Mengele escondido de sus perseguidores israelíes en un lugar recóndito de la Patagonia y una niña de 12 años bajita, a la que le cuesta crecer y que su cuerpo se desarrolle y que encuentra en el médico a algo más que un amigo dispuesto a someterla a un tratamiento para que se desarrolle.

Hay que ser muy valiente para contar una historia así, que funcione, que atrape, que enganche. Y Lucía Puenzo lo logra cum laude. La película navega entre la fascinación y el horror, entre el romanticismo y el espanto, entre desear que lo encuentren y no querer tocar esa extraña historia entre ambos protagonistas. Por eso la película me parece una absoluta obra maestra capaz de conmocionar a cualquiera planteando tan incómoda equidistancia.

Una película que sería imposible sin la capacidad narrativa de Puenzo y, sin duda, sin el festival interpretativo de sus dos protagonistas: un Alex Brendemülh excelso en su composición ambigua del médico nazi y, sobre todo y por encima de todo, de una Florencia Bado totalmente hipnótica. Con su escasa edad, la actriz logra una cota interpretativa de profundidad y complejidad adquirida para su personaje absolutamente extraterrestre. Florencia Bado es un fenómeno de la interpretación y, si sigue por ese mismo sendero, oiremos hablar mucho y bien de ella en el futuro. Ella sostiene en su mirada limpia y desprejuiciada un océano de sensaciones y sentimientos distintos ante la cámara, de esos que son difíciles de olvidar, como la película.

Y, entre ambos, la Patagonia como otro personaje más, ese territorio fascinante que llena de ansias mis ganas de viajar y de buen cine al mundo, porque son ya muchas las historias eternas que se han contado desde la Patagonia. Una película sinceramente imprescindible.

«XXY» de Lucía Puenzo, tan honesta como compleja, muestra en carne viva la incertidumbre del despertar sexual en la adolescencia mezclado con un crudo problema de identidad de género

XXY
“XXY” es una película muy difícil, poco complaciente, dura, certera, honesta y sin concesiones. Por ello la directora argentina Lucía Puenzo triunfa con ella y a lo grande, contando la historia de una adolescente que nació con órganos genitales de ambos sexos. Y lo hace sin sentimentalismos, sin morbo, de forma aséptica, desde una sosegada distancia, de manera magistralmente concisa sin rastro alguno de telefilm.
 
Para ello, cuenta con dos ases en la manga absolutamente infalibles:
 
1.- Una historia de amor iniciático adolescente de las que hacen época, mezclada con la incertidumbre de la identidad sexual de sus protagonistas y de sus deseos ingobernables a pesar de lo que la sociedad impone de forma cruel. No ahorra situaciones desasosegantes y sabe jugar con el espectador de forma cruel hasta que logra hacerle sentir el mismo abismo bajo sus pies que sufren los jóvenes protagonistas.
 
2.- Un elenco de actores para desarrollar la historia de los que quitan el hipo. Que aparezca Ricardo Darín ya sería suficiente motivo para ver ésta y cualquier otra película, pero es que está la joven actriz Inés Efron, que se come a Darín y a quien se ponga por delante, fraguando una interpretación soberbia en uno de los papeles más complicados que se puede ocurrir para una joven actriz: transmitir la confusión del despertar sexual adolescente a la par que su terrible mezcla con su indefinición sexual física y de deseo. E Inés Efron abre la cátedra de interpretación y deja al planeta entero boquiabierto ante su composición, desnudando cuerpo y alma de forma perturbadoramente efectiva.
 
A todo ello unimos una hiperrealista cámara al hombro y unas imágenes de la costa uruguaya apabullantes para cerrar el círculo de una película valiente, necesaria y compleja, que te deja boquiabierto jugando todas las bazas que cuenta (y que no cuenta) de forma lúcida.

«Tomboy» de Céline Sciamma, interesante visión de la complejidad de vivir una infancia desde la diferencia

Tomboy
“Tomboy”, de la francesa Céline Sciamma, dista mucho de ser una obra maestra, pero es una película necesaria, honesta, sencilla, limpia, nada tramposa ni edulcorada, interesante, alejada radicalmente del sensacionalismo y el morbo, adulta y austera, lo cual no es poco.
 

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