«71 fragmentos de una cronología del azar», un retrato sombrío de Michael Haneke de una sociedad que ejerce tanta violencia como consume, contado a través de un sistema alambicado de fundidos a negro

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La propuesta, netamente experimental, que nos ofrece Michael Haneke en “71 fragmentos de una cronología del azar” no es apta para cualquier tipo de espectador. Requiere de reconstrucción y paciencia, de introspección y tiempo, de pausa y reflexión, de saber esperar para poder encajar las piezas de un puzzle complejo. Es una película muy difícil de ver por el fondo y por la forma.
 
Abriendo la cinta e intercalados luego a mitad de su metraje, Haneke nos muestra retazos de informativos donde se exhibe sin pudor el nivel de violencia en el que vivimos y al que nos hemos acostumbrado en nuestra sociedad. Realmente insoportable.
 
En ese marco, 71 breves escenas terminadas todas en abruptos fundidos en negro nos van mostrando a varios personajes en situaciones diversas y sin ninguna relación entre ellos. Solo al final de la película se entiende la conexión que les une por causa del mero azar, algo que ya presagia el título de la cinta.
 
Un niño sin papeles que vive de mendigar y robar, una pareja en trámites de adopción, un joven que quiere ser profesional del tenis de mesa, un ladrón de armas, un guarda de seguridad que no se comunica con su pareja y sobre la que ejerce violencia machista, un abuelo que no logra tener contacto con su hija y su nieta más allá del telefónico y que se siente apartado de su familia y del mundo …
 
Todo nos lo va mostrando en brevísimos fragmentos entremezclados que solo cobran sentido al finalizar la película. Mientras tanto, escasos diálogos, mucho plano fijo, algún plano secuencia magistral (el de la salida del banco y llegada al coche es pura magia), y el fuera de campo habitual de Haneke.
 
Retrato sombrío sin atisbo de esperanza de una humanidad que ejerce tanto violencia como consume en un film muy difícil de ver.

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