«El castillo (de Franz Kafka)» supone el intento frustrado de Michael Haneke de adaptar dicha obra literaria de imposible traslación cinematográfica

El castillo
“El castillo (de Franz Kafka)” es la peor película de la filmografía del genio Michael Haneke. Pero no porque no tuviera capacidad para ello el superdotado director austríaco, sino porque la empresa es imposible: no hay forma humana de trasladar a imágenes de forma acertada la farragosa y complejamente imposible novela inacabada de Kafka, y ni Haneke lo logra con acierto, terminando en algo deslavazado al que resulta imposible encontrar sentido sin un conocimiento profundo previo de la críptica e inconclusa obra literaria.
 
Esa historia del agrimensor que llega al pueblo cuando en realidad ya no se necesita un agrimensor pero nadie se lo dijo por la lentitud cansina de la burocracia es pura metáfora (quizás más actual que nunca). La pequeñez del ser humano frente a la inmensidad burocrática representada en el Castillo y por Klamm, amo y señor de todo al que jamás se le ve sino que solo se le describe a través de las palabras de sus súbditos (trasunto de un dios caprichoso y sin clemencia).
 
Pero ni las escenas ni los diálogos tienen sentido sin un conocimiento previo del inacabado libro de Kafka y, como visión meramente fílmica, fracasa por imposible. Y ello a pesar de ser una transcripción literal de la obra literaria a través de un respeto escrupuloso a la misma por parte de Haneke.
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En el no va más del atrevimiento de Haneke, la película, además, está inconclusa, terminando justo en mitad de una frase de la voz en off, tal cual ocurre con el libro. Ni la provocación turbadora de Haneke lleva a buen puerto este experimento al filo de la navaja.

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