«Gett: el divorcio de Viviane Amsalem» de los cineastas israelíes Ronit y Sholmi Elkabetz es un acercamiento a la realidad de su país, mucho más cerca del estado teocrático que de la democracia (a pesar de lo que nos han vendido)

Gett
No es una gran película, pero sí necesaria y valiente. Nos han querido vender que Israel no es como otros países de Oriente Medio, que es muchísimo más “moderno y occidental”, que existen libertades y no es una sociedad teocráticamente asfixiante. Nos han engañado y “Gett: el divorcio de Viviane Amsalem” de los cineastas israelíes Ronit y Shlomi Elkabetz, es un testimonio impagable de ello.
 
Como si de una versión desde Israel de “Nader y Simin, una separación” de Asghar Farhadi se tratase, utilizando un escenario mínimo (no se sale en toda la película de las dependencias del propio órgano judicial), los hermanos Elkabetz nos sumergen en los entresijos insoportables y ciertamente kafkianos del procedimiento de divorcio en Israel (donde los matrimonios son todos religiosos) ante el Tribunal de Rabinos que los juzga.
 
Si eres mujer y tu marido se niega a concederte el divorcio, comienza un calvario judicial insuperable que puede hacer perder la razón y la paciencia a cualquiera, porque ser mujer en Israel es igual o peor que serlo en los países que la propia Israel señala como teocracias insoportables en el siglo XXI.
 
La religión todo lo puede, e incluso demostrando que no se trata de una mujer adúltera (entonces ya sí que has arruinado tu vida para siempre), Viviane es una mujer que hace años que no ama a su marido y que no tiene más misión y objetivo en la vida que lograr divorciarse de él para poder sentirse libre de nuevo. Pero su marido no quiere concederle el divorcio y el tribunal que la juzga dista mucho de ser ponderado y equilibrado.
 
Ese periplo judicial, quizás excesivo en su metraje, es el que se nos muestra en esta cinta, muy ilustrativa para conocer la Cara B de Israel.

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