Mis últimas palabras de 2016 son mi lista cinéfila de la cosecha 2016

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Llegados a este punto, todo el mundo hace sus recopilaciones sobre lo acaecido en 2016: las hay personales, profesionales, mezclando ambas facetas (esas son las más peligrosas)… yo la haré sobre lo único sobre lo que puedo hablar porque quizás sea lo único sobre lo que sé algo que sea digno de escribir y, por tanto, de leer. Mi 2016 cinéfilamente hablando y, por supuesto, como todo hijo de vecino al que le apasiona el cine, también haré mi lista de films del 1 al 10, para que de ella quede constancia por escrito y de la que se puede discrepar públicamente con permiso de éste, su autor:

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Mi único resumen de 2016 sobre la única cosa que me sigue motivando y emocionando

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Llegados a este punto, todo el mundo hace sus recopilaciones sobre lo acaecido en 2016: las hay personales, profesionales, mezclando ambas facetas (esas son las más peligrosas)… yo la haré sobre lo único sobre lo que puedo hablar porque quizás sea lo único sobre lo que sé algo que sea digno de escribir y, por tanto, de leer. Mi 2016 cinéfilamente hablando y, por supuesto, como todo hijo de vecino al que le apasiona el cine, también haré mi lista de films del 1 al 10, para que de ella quede constancia por escrito y de la que se puede discrepar públicamente con permiso de éste, su autor:
 

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«Dheepan», otra magistral vuelta de tuerca de Jacques Audiard al binomio inmigración-violencia

DheepanEs mucho más que triste echar cuentas sobre cuántos films tratan el tema más importante que ahora mismo tiene la humanidad sobre la mesa: la inmigración. Pocos y no demasiado buenos ni importantes (con las honrosas excepciones ciertamente maravillosas del también francés “Welcome” de Philippe Lioret y el norteamericano “The visitor” de Thomas McCarthy).
Uno de los grandes genios del cine europeo actual, el francés Jacques Audiard, sí se atreve aportando calidad en “Dheepa”, contando la desesperada historia de unos refugiados de Sri Lanka, que tienen que fingir ser una familia para poder ser acogidos en Francia con los papeles de otra familia fallecida.
El tema de la inmigración siempre ha estado presente en toda la filmografía de Jacques Audiard de una forma u otra, subyaciendo a sus complejas y violentas tramas, a pesar de que él sea el dios actual del cine negro (se rastrea fácilmente en “De latir, mi corazón se ha parado”, “Un profeta” y “De óxido y hueso”). Ya era el momento de hacer una peli completa sobre el gran drama contemporáneo del siglo XXI.
Es un guión tremendo, en el sentido más amplio del término: unos refugiados de una guerra que tienen que hacer trampas para entrar a Francia justo para encontrarse en mitad de otra guerra igual de violenta. La miseria y la violencia como condenas ineludibles para el refugiado, esté donde esté.
Todo en el cine de Audiard encaja perfectamente en el puzzle exquisito que es su filmografía, donde cada plano es una obra maestra y cada movimiento de cámara tiene un sentido narrativo concreto. Por eso Audiard es uno de los más grandes, si no el más grande del cine europeo actual.
La mezcla del cine social y de cine negro era compleja, y quizás por eso ese giro radical final de sus últimos 20 minutos nos coja desprevenidos y pueda resultar forzado, pero es Audiard y la violencia gansteril tenía que aparecer en algún momento. Para mí no sobra, era necesario para dar coherencia a esta cinta dentro de la genial filmografía del dios del cine francés, aunque sí quizás está de más ese último minuto de epílogo que no tiene cómo ni por qué.
De todas formas, una peli de Jacques Audiard siempre es un motivo de fiesta mayor para el cinéfilo y ésta en concreto, sin ser la mejor, es sin duda extraordinaria.