Michael Haneke, probablemente el mejor director de cine europeo (y quizás sin probablemente), fue contratado en los USA para hacer el remake de su propia cinta homónima “Funny Games”. Ya se sabe que los norteamericanos no doblan el cine extranjero (bien) pero les da por hacer remakes de todo para consumirlo (fatal). Haneke decidió darles una lección definitiva regalándoles una traslación en inglés plano a plano realizada por el propio Michael Haneke una década después de su obra magna austríaca, con la que en 1997 nos heló la sangre a toda Europa y, de paso, consolidó su posición como el director más lúcido de este continente, revolcándose en el paroxismo de su nihilismo y de una profunda misantropía con causa.
La salvación de la especie humana es imposible porque el hombre (y la mujer) ni la buscan ni mucho menos la merecen. Posiblemente una de las patadas en el estómago al espectador más sublimes que se hayan rodado nunca (las demás llevan la misma firma del creador austríaco), Haneke reinventa (¿quizás parodia desde el extremo insoportable en un divertimento grotesco y provocador?) el thriller psicológico violento con la vuelta de tuerca definitiva. Si se trata de violentar el estómago del burgués, de sacar lo peor del ser humano, de estudiar entomológicamente las reacciones de las personas cuando son sometidas a tensión extrema (sobre todo las de clase social alta y maneras más civilizadas) nadie más que Haneke podía haberla creado. Y así fue para suerte del cinéfilo de todos los tiempos.
Cuando sus víctimas le preguntan a uno de los dos psicópatas que protagonizan el baño de violencia gratuita que da vida/muerte a la cinta por qué lo hacen, su respuesta es tan sencilla como clarividente: “¿Y por qué no?”. Esa mera respuesta encierra toda la filosofía que Haneke nos quiere transmitir: la fascinación del ser humano por la violencia por la violencia, por infligir dolor en el prójimo para deleite propio del burgués aburrido. Unos niños pijos sólo saben divertirse inquietando porque se aburren, sufren el hastío de tenerlo todo, además de unos modales exquisitos.
Pero, dispuesto como siempre a no dejar títere con cabeza y a subrayar que, por encima de todo, el hombre es un lobo para el hombre, Haneke insiste en hurgar en todas nuestras heridas y nos muestra al marido que duda en un momento dado en sobrevivir por encima de todo, la mujer como metáfora del rico pasando momentos difíciles y que la entrega a la maternidad quizás tenga límites cuando de la supervivencia se trata, el niño como el ser mimado que todo lo tiene y que nada le es suficiente, el vacío de principios de las clases altas, la fascinación del riesgo para quien nada tiene que perder, la maldad como medio de entretenimiento para nuestra sociedad, acostumbrada a digerir violencia en dosis extremas cada día sin descanso, y ya insensibilizada por ello.
Mientras tanto, el estilo más característico de Haneke se desarrolla ante nuestros ojos: planos secuencia larguísimos para crisparnos los nervios, la opción malvada de que toda la violencia se desarrolle fuera de campo para hacerla aún más aterradora a través exclusivamente de los sonidos y, sobre todo y especialmente, Haneke decide jugar al gato y al ratón con el espectador y abrir en canal las fórmulas del autocine haciendo que sus protagonistas a veces hablen al espectador directamente mirando a cámara o rebobinen la acción a su antojo cuando no les gusta lo que está ocurriendo en la cinta (¿no hacemos eso nosotros en nuestras pesadillas nocturnas a veces?).
Nada nunca volvió a ser igual tras “Funny Games”, la gran tesis doctrinal sobre la fascinación humana por la violencia rodada por el catedrático del nihilismo, Michael Haneke, también en remake norteamericano.