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«Hard Candy» de David Slade contaba a priori con todos los elementos para ser un perfecto homenaje a Haneke y con una Ellen Page soberbia, pero su alambicado guión acaba mermando el resultado final
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Es obvio que Roman Polanski es un genio en horas bajas, bastante bajas. “Basada en hechos reales», su última película, es prueba palpable de ello. Queriendo mezclar obras maestras anteriores suyas en un cocktail imposible, en concreto esta película viene a ser un trasunto remezclado de “El escritor”, “Repulsión” y “El quimérico inquilino”, no deja de ser un acercamiento mediocre y convencional (con formato de thiller psicológico demasiado clásico y de sobremesa para ser Polanski) al misterio de la creación literaria, por un lado, y al de los fans obsesionados con un escritor, por el otro.
La fascinación que produce el proceso creativo de una novela ha sido mil veces mejor contando por Manuel Martín Cuenca este año en su magistral “El autor”. Y el límite de tan inexplicable arte con los límites del equilibrio mental fueron narrados de forma bastante superior por François Ozon en “En la casa” o Rob Reiner en “Misery”.
La historia de un bloqueo narrativo en una escritora a la par que la aparición de una fan demasiado fan no es una aportación muy original de Polanski que nos deja, al menos, una película correcta y académica pero lejos de su genialidad sobradamente demostrada.
Una cinta que se beneficia y se eleva gracias a la interpretación de la maravillosamente perturbadora Eva Green (no habrá seguramente un actriz con más capacidad de perturbar en el planeta, y a las pruebas de “Soñadores” de Bernardo Bertolucci me remito), porque su caracterización como una fan un tanto psicópata y obsesionada con imitar a su heroína nos deja una interpretación soberbia que eleva un tanto una cinta bastante mediocre en lo que a la dirección de Polanski se refiere y a la partitura del otrora genial Alexandre Desplat que vive en esta cinta con el piloto automático musical puesto.